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martes

Como afrontar la muerte...


Los temas principales que trató el Buda Shakyamuni eran los 4 sufrimientos universales del nacimiento (la existencia diaria), la vejez, la enfermedad y la muerte. Ningún ser humano está exento de estas fuentes de sufrimiento.
El miedo a la muerte está fuertemente arraigado en muchas personas. Puede debilitar la base de nuestras vidas, provocar preocupaciones, sufrimiento y tormento. Al mismo tiempo, si la base de nuestras vidas es poco firme, pueden ponerse de manifiesto problemas espirituales emocionales.
Se dice que la búsqueda de la iluminación de Shakyamuni está motivada por un deseo de encontrar una solución a los 4 sufrimientos fundamentales y, concretamente, por un deseo de superar el miedo a la muerte. Y fue el problema de la muerte, como afrontarla y trascenderla, lo que inspiró la creación de muchos otros sistemas religiosos y filosóficos.
“La causa de la muerte no es la enfermedad sino el nacimiento”
Cuando sentimos que “solo se vive una vez”, sentimos la tentación de entregarnos a todos los placeres y sensaciones en el tiempo limitado que nos queda.
“Come, bebe y sé feliz, pues mañana morirás”.
La cruda adicción al trabajo durante el dia da paso a un hedonismo desatado después. No resulta sorprendente que la búsqueda del placer se haya convertido en una cualidad frenética y el impulso de adquirir riqueza material se haya convertido prácticamente en una obsesión.
Desde el punto de partida de una sociedad firmemente basada en el materialismo, la muerte es la negación final de todas nuestras posesiones materiales, así que la tememos excesivamente, al igual que tememos la pérdida de nuestras posesiones materiales durante nuestra vida.
Poeta William Blake: “Para ver un mundo en un grano de arena, Y un cielo en una flor silvestre, Agarra la Infinidad en la palma de tu mano, Y la eternidad en una hora.
El budismo ve nuestras vidas en el contexto del macrocosmos… nuestras vidas han existido siempre de una forma u otra, siguiendo un ciclo interminable de nacimiento y muerte, decadencia y renovación que lo rige todo. Así pues, la filosofía budista anticipa casi tres mil años las leyes de la conservación de la energía y la materia, que afirman que ni la energía ni la materia se pierden nunca, sino que cambian de forma.
Todas las cosas que se manifiestan físicamente en la vida se recluyen en un estado de latencia tras su extinción o muerte.
La flor de cerezo no es visible en invierno, esta ahí, aletargada, esperando a florecer cuando se den las condiciones necesarias (primavera). Lo mismo ocurre con nuestras vidas.
Según la visión budista, la vida es eterna. Se cree que atraviesa sucesivas encarnaciones, así que la muerte no se considera tanto el cese de una existencia como el principio de una nueva.
Para los budistas el fenómeno de la trasmigración es obvio, tal como lo fue para los indios, quienes le dieron el nombre de Samsara en sánscrito
La muerte es necesaria. Como morimos, podemos apreciar la maravilla de la vida.
Si la vida sigue, ¿en qué forma continua?
Las ocho conciencias o alaya de la teoría budista, que actúa como un almacén para las memorias recopiladas por las siete primeras conciencias y sobrevive tras la muerte.
Las cinco primeras conciencias son los sentidos: La vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto.
La sexta conciencia integra la percepción de los 5 sentidos como imágenes coherentes y hace juicios sobre el mundo exterior. Por ejemplo, tomemos un pétalo de rosa. Es rojo, suave y aromático. Nuestra sexta conciencia recopila los datos sensoriales y obtiene la idea de una rosa, por oposición, por ejemplo, a una fresa.
Las seis primeras conciencias juntas forman la mente consciente.
La séptima o mano-conciencia, no depende directamente de los sentidos. Discierne el mundo interior. A partir de la séptima conciencia sacamos el juicio de valor: Una rosa es muy bella. Aquí mano significa discernir.
Cuando estamos dormidos, la séptima conciencia oculta emerge en forma de sueños, mientras que las funciones de los seis sentidos permanecen latentes.
El budismo sugiere que la octava conciencia recuerda y almacena no sólo todo cuanto hemos experimentado en esta vida –incluida todas las causas que hemos creado con nuestros pensamientos, palabras y acciones- sino también todo lo que hemos experimentado en un pasado remoto.
El budismo enseña que no existe nada como un alma o espíritu que gobierne el cuerpo y la mente de cada uno y siga existiendo, flotando en el aire, después de la muerte.
En lugar de un alma etérea, el budismo abraza la noción de un yo verdadero, que sigue existiendo independientemente de que vivamos o muramos.
La conciencia alaya puede interpretarse como el reino que entreteje todas las causas y efectos que forman el destino de este Yo concreto. Cuando esta vida vuelve a aparecer en el mundo de los fenómenos, las semillas Kármicas de la conciencia alaya germinan de nuevo, pero en unas condiciones nuevas y en una forma física nueva. La personalidad de cada uno continúa durante toda la eternidad.
El budismo lo acepta como un hecho. Ya esté latente en la muerte o se manifieste en la vida, es la misma energía vital.
Tengas 2, 17,41,56 o 78, eres la misma persona. Sin embargo, como nos explica la medicina, casi todas las células de tu cuerpo habrán ido sustituyéndose durante tu vida, pero sigues siendo tú. Es tu esencia. Todas las memorias, hábitos y karma almacenados en la conciencia alaya conforme pasa el tiempo forman tu yo individual, o el marco del ser individual que repite el ciclo de la muerte y el renacimiento.
Según la ley de la causalidad, en cada momento creamos un karma nuevo.
Después de la muerte, en esta nueva existencia, a pesar de que nuestra memoria Karmica esté intacta, no tendremos memoria consciente de nuestra vida anterior.
Los efectos karmicos existen, pero la persona que los provocó, ya no.
Estamos forzados a beber las aguas del Lete, el río de la mitología griega que hace olvidar el pasado.
La memoria Karmica que denominamos alaya, en la que quedan grabadas todas las causas que hemos creado, es distinta del cerebro.
Según la teoría de las nueve conciencias, la conciencia alaya fluye constantemente, como un torrente que se precipita sin cesar con transiciones y transformaciones.
Cuando morimos nuestras vidas vuelven totalmente al reino de la conciencia alaya.
La novena conciencia o budeidad.
Se denomina conciencia amala o iluminación. Amala significa pureza absoluta. Es un reino directamente conectado con la ley del universo (Nam-myojo-rengue-kyo), la ley suprema de la vida y de la muerte.
Cuando nos entregamos al Gohonzon vemos cómo brota la alegría y la determinación para hacer frente a la realidad de que nuestras existencias se prolongan en la vida eterna del universo.
Para hablar del modo ideal de morir hay que hablar del modo ideal de vivir.
Para atravesar de un modo satisfactorio el proceso de la muerte depende de los constantes esfuerzos que hagamos durante la vida para acumular buenas causas, para contribuir a la felicidad de los demás, y para fortalecer la base de la bondad y la humanidad en lo más profundo de nuestras vidas.
El budismo garantiza que quienes practiquen con sinceridad se acercarán a la muerte en un estado de plena satisfacción.